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May 3, 2018

A piece of heart

 by Daniel Beltran

Cuando estás en el colegio, en clase de biología o anatomía or science or whatever, aprendes el funcionamiento básico del cuerpo humano. Aprendes que con el cerebro se piensa y que el corazón es la válvula que bombea sangre a todo el cuerpo y que te permite vivir, si tan solo fuera así de sencillo. Luego, con el tiempo la vida te enseña que esta válvula bombeadora tiene vida propia y que aparentemente también puedes pensar con ella. Lo sé, la oración anterior es anatómicamente incorrecta, sin embrago ¿se han percatado como una gran cantidad de las decisiones que tomamos, las tomamos con el corazón?

 

Después de comprender que el corazón piensa por sí solo, te das cuenta que también siente y no me refiero al dolor físico, me refiero a ese dolor que no se quita con acetaminofén o ibuprofeno, a ese dolor que te marca. Personalmente descubrí que hay dos tipos de personas, las personas lógicas y las personas emocionales. No esta mal ni bien ser la uno o la otra, es solo una condición personal, como el color de pelo o la estatura, es algo que ya traes contigo. Puede que ciertos hechos en tu vida te lleven a ser de cierta manera, pero en esencia, siempre serás lógico o emocional.  

 

As an emotional person myself, suelo poner mucho corazón en mis decisiones, a veces más de lo necesario, but, do I regret it? HELL NO. El cerebro hace las cosas, las hace muy bien, las hace perfectas y sin errores; pero el corazón, el corazón las vive, las siente, cada decisión tomada con el corazón te produce un sinfín de emociones, y si también es descuidado, es extremadamente frágil, es ciego y es ingenuo, pero ¿vale la pena sacrificar los buenos momentos por eso? 

 

Una decisión correcta hace que las mil decisiones incorrectas del pasado valgan la pena, una sonrisa hace que mil lagrimas valgan la pena, la felicidad es mas apreciada cuando se sabe lo que es no tenerla, cuando se conoce el fracaso, pero cuando finalmente llega es indescriptible. Tal vez no sea el mejor consejo y tal vez deban hacer caso omiso a él, pero vivan, metan las patas hasta  el fondo, entreguen su corazón ciegamente, y sí, es muy probable que se los rompan, de 100 contra 1, pero ¿y si ustedes son el 1? Cada vez que me caigo, cada vez  que me rompen el corazón, cada vez que tomó una decisión incorrecta, pienso “esta vez fui el 100, la siguiente ocasión seré el 1”, porque el día que eres el 1, ese día justifica cada lagrima y cada golpe.  

 

Cada vez que un corazón se rompe, hay una sensación de vacío, un dolor indescriptible, y un pedacito de ese corazón jamás se recupera. Aunque tal vez no se recupere, hagamos este ejercicio: tomemos ese pedacito y depositemos en el todo el amor y todas las ilusiones que teníamos y regalémosle ese pedazo de corazón a la persona o la situación que nos hizo daño. De esa manera todos esos sueños seguirán vivos, y puede que algún día ese pedacito de corazón le de esperanza a alguien que la haya perdido.

 

La vida es un largo camino de decisiones y puede que pongamos muchas barreras para protegernos a nosotros mismos, podemos meternos en una burbuja de cristal, pero si no tomamos riesgos, jamás vamos a conseguir nada, sin riesgo no hay recompensa. En la burbuja jamás experimentarás el dolor, pero tampoco la felicidad, lo único que nos diferencia de los robots es nuestra habilidad de sentir. Sueñen, amen, lloren, griten, vivan, entreguen sus pedacitos de corazón, porque solo así, algún día algo o alguien llegará a llenar ese pedacito.

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