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Oct 17, 2017

La cuarta pared.

by Juan Ignacio Gómez-Cuevas

Christie Hayden, de la revista Kinkfolk, escribió un ensayo titulado Bread and Butter. El contenido me ha parecido fenomenal. Apela a la añoranza del pan con mantequilla en todas sus formas y critica su decadencia a una «mera formalidad» de las comidas. Ella argumenta que, ese ocaso, equivale a hablar de una obra de Pollock sin su precisión paradójica o de una película de Godard sin la ruptura de la cuarta pared. 

 

Jackson Pollock fue un pintor estadounidense y una figura del expresionismo abstracto. Sostuvo que no quería «ilustrar» las cosas, sino plasmarlas espontáneamente mediante un azar rítmico. Por su lado, Jean-Luc Godard, es un vanguardista y experimental director de cine. Fue promotor de la nouvelle vague (nueva ola), un movimiento que buscaba la libertad técnica en la producción fílmica y el retrato de las vicisitudes reales de los personajes. 

 

Cuando Pollock murió, Godard tenía 26 años, pero ambos coincidieron en lograr algo espectacular: romper la cuarta pared para comunicar, a los demás, su interior. En el teatro o en el cine, las acciones ocurren dentro de tres paredes, una a la izquierda, una a la derecha y una al fondo. La cuarta pared es la que separa al público de la escena y, cuando los personajes interactúan con el público, derrumban la cuarta pared y conectan con la realidad.

 

Asumamos lo siguiente: cada uno de nosotros está metido dentro de esas cuatro paredes y, afuera de ese cubo imaginario, están todas las personas que nos rodean. Pendientes, o no, de nuestro cine y de nuestro teatro. Llega entonces la hora de la verdad, ¿interactuamos o nos quedamos en un constante off homogéneo?

 

Muchas personas de todas las edades viven en ese off homogéneo. Deambulan, medio muertas, en sus celulares y en su entorno virtual. En un imaginario sin sentido. Ese grupo de personas (la mayoría, lamentablemente) prefiere «conversar» por WhatsApp antes que compartir de un buen café vis-à-vis. Esas personas se han sumergido, adentro de sus cubos imaginarios, al fondo de un océano de ausencia e introversión. 

 

Cuando pienso en esas circunstancias, arribo a dos conclusiones: una, que a las personas de hoy les aterra la soledad. Otra, que las facultades cognoscitivas de esas personas se han reducido a lo absurdo y, abordar un tema de conversación en vivo, resulta prácticamente imposible por torpeza mental.

 

¿Hacia qué puerto vamos si ese elemento primordial, la interacción, se ha perdido?   ¿Qué solución hay para solventar ese problema?

 

Antes de arribar a esta conclusión conversé con un gran amigo sobre este asunto. Él, sabiamente, anotó que, si todavía podemos denominarnos «civilización», el rompimiento de la cuarta pared es indispensable para la evolución. La persona es, por naturaleza, un ser social que lleva intrínseca la necesidad de comunicación. Una comunicación con transparencia y sin muros que obstaculicen conectar con el entorno. 

 

Así que, aprovechando el motivo de esta edición, los dejo con esta reflexión: «Vives en una sopa de palabras, poniendo caritas estúpidas, charlando con gente virtual evitas la real» - Zombies de León Larregui.

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